Hijo de madre polaca y padre francés, Chopin vivió la mayor parte de sus días en Francia. Allí fue precisamente donde conoció a George Sand, escritora de renombre cuya fama se debía no sólo a su capacidad literaria sino a sus extravagancias – vestía ropas masculinas con frecuencia y fumaba cigarros profusamente- y a sus numerosos romances, muchos de ellos con artistas de la talla de Musset o el propio Chopin.
A finales de octubre de 1836, durante una cena de amigos, el también compositor Franz Liszt le presentó a Chopin a la escritora. Aurore Dudevant, nombre real de Sand, se burlaba irónicamente de los refinados modales del creador ante sus allegados, y este le comentaba a Ferdinand Hiller, su acompañante, la antipatía que demostraba aquella mujer. Sería durante una reunión en la casa que Chopin tenía en Londres, y a la cual George Sand acudió vestida adrede a la manera polaca, cuando la autora de El compañero de Francia quedó prendada de su anfitrión mientras le escuchaba tocar el piano junto a Liszt. Una vez acabada la pieza, la novelista se levantó y besó a Chopin en los labios sin mediar palabra. Por aquel entonces el músico se hallaba en un estado de melancolía fruto del desamor. Su compromiso con la adolescente María Wodzinska se había roto después de que la familia de la novia descubriera la enfermedad que aquejaba a Chopin, que comenzaba a dar muestras de una incipiente tuberculosis. El dolor se instaló en el músico, que compondría la famosa marcha fúnebre en esta etapa de aflicción.
Juan Murillo, excelente trabajo (Chopin I, II y III)
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