martes, 12 de mayo de 2009

Shostakóvich en Madrid

La semana pasada fue mi bautismo de fuego en lo que a la música del compositor ruso Dmitri Shostakóvich se refiere. Primero tuve la oportunidad de ver y escuchar, dentro del programa de actividades de Ibermúsica, un concierto en el Auditorio Nacional de Madrid en el que se interpretaban varias piezas suyas a cargo del pianista ruso Alexei Volodin y del internacionalmente laureado Cuarteto Casals. Concretamente se trataba de los 24 preludios para piano (Volodin), el Cuarteto para cuerda núm. 7, en Fa sostenido menor, op. 108 (Cuarteto Casals) y el Quinteto para piano y cuerda en sol menor, op. 57 (ambos).

Posteriormente vi la proyección de la ópera Lady Macbeth de Mtsensk, que le costó a Shostakóvich una etapa de marginación por parte del régimen soviético, que la acusó de estar vinculada al gusto burgués, muy lejos de lo que debía ser la música del proletariado.

Lady Macbeth de Mtsensk es una obra con una puesta en escena realmente impactante. Basada en un cuento homónimo del escritor Nikolái Leskov, se trata de una historia de una dureza extrema y, en ocasiones, caricaturesca. Es densa y quizá para un neófito en el asunto operístico como yo resulta demasiado compleja como iniciación. No es una historia desde luego que parezca acorde con la férrea dictadura del proletariado bajo la que vivía Shostakóvich, un autor comprometido moderadamente con el Partido Comunista desde el punto de vista político aunque no desde el artístico. Sus mejores obras siempre fueron aquellas que se salían de los cánones recomendados por el régimen.

El concierto en el Auditorio, por otra parte, fue especialmente ilustrativo. La música de Shostakóvich no es la música clásica que acostumbramos a oír habitualmente, sino que se trata de un estilo compositivo que, obviamente bebe de lo anterior, pero que lo retuerce hasta el extremo. Es una música atormentada, estridente, amenazadora por momentos y conmovedora en otros. El sonido de la melodía llena de energía y vigor la sala turbando al público de manera palpable. Especialmente en el caso del Cuarteto para cuerda núm. 7, soberbiamente interpretado por el Cuarteto Casals, uno de los más reconocidos del mundo desde que fuera creado en la Escuela Reina Sofía de Madrid en 1997. El número 7 es un cuarteto dedicado a la primera esposa del compositor ruso, Nina Varzav, con quien mantuvo una relación tormentosa con divorcio y reconciliación de por medio. Nina había muerto unos años antes y se considera esta obra como una despedida en toda regla.

Pese a que la música de Shostakóvich no es fácil de oír e incluso de entender para un principiante, toda esa gama de emociones que se despliega en ella no deja indiferente al que escucha. La unión de Volodin y el Cuarteto Casals para interpretar esta pequeña parte del legado musical que dejó el compositor soviético, entre las vanguardias y el clasicismo romántico, sirve para hacer llegar al público la visión desabrida que Shostakóvich tenía del estalinismo, así como para dar espacio a unas composiciones que forman parte de la parte más experimental de su repertorio. Aun así, este acercamiento necesita algún pequeño empujón más para producirse en plenitud, pues los costosos precios de las entradas quizá tengan también algo que ver en la elevada media de edad entre los asistentes al concierto.



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1 comentario:

  1. Pues no está nada mal tu bautismo. Me has dado envidia. LLevo una temporada que voy a pocos conciertos y me da rabia. En fin, espero volver a hacerlo pronto y disfrutar como tu lo has hecho esta semana. Un abrazo

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