Aprovechando mi breve estancia en Liverpool el pasado lunes, me decidí a buscar The Cavern Club, el mítico escenario donde los Beatles tocaron en casi trescientas ocasiones. De esta forma llegué hasta el número diez de Mathew Street, probablemente la calle más glamurosa del condado de Merseyside. Se trata de una callejuela estrecha donde se dan cita fans de los Beatles, nostálgicos de los 60 y numerosos turistas y curiosos que abarrotan por un instante la totalidad del espacio para hacer las fotos de rigor y desaparecer tan rápido como los flashes de sus cámaras.
Por mucho que uno visite Inglaterra nunca termina de acostumbrarse a los horarios, tan diferentes a los de España. Cuando llegué al club con mis acompañantes se hallaba cerrado, para nuestra desilusión. Los lunes sólo hay Cavern hasta las siete de la tarde. Afortunadamente, justo enfrente se halla lo que parece ser una vuelta de tuerca más a la rueda de explotación del negocio: El Cavern Pub. Abierto desde 1994, y controlado por los mismos dueños que su vecino de enfrente, el pub es una especie de Hall of fame en el que se rememoran los éxitos de la mítica “caverna” desde sus inicios. Desde luego es para presumir: The Beatles, Chuck Berry, The Rolling Stones, Joe Cocker, Elton John, Jimmy Hendrix… y un sinfín de nombres que cubren la fachada del pub y que alguna vez han subido al escenario del Cavern Club para tocar su música.
De esta forma, y tras hacernos las fotos de rigor con la estatua de John Lennon en postura chulesca y despreocupada, nos decidimos a entrar para tomar unas pintas de cerveza y envolvernos del ambiente mítico y algo melancólico del local. Como decía antes, la primera impresión que uno tiene del Cavern Pub es que se trata de una especie de museo reconvertido en bar de copas. Dotado de una iluminación cálida y chillona, el escenario del bar está obviamente diseñado para el acústico, tanto por tamaño como por medios. Se trata de un pequeño espacio rectangular presidido por una gran vitrina en la que se muestran una batería y algunas guitarras de los Beatles y con la que seguramente toda la concurrencia se ha hecho ya alguna fotografía. Nosotros, para no ser menos que el resto, así lo hicimos, provocando que los más temerosos se decidieran también a ser el centro de las miradas por un instante.
Mirando el cartel de conciertos para esa noche me encontré con que en breve iba a hacer aparición Jay Murray. Ex componente de una de las tribute bands más famosas, los Mersey Beatles, Murray ha dejado el grupo – honorable representante oficial de la ciudad durante su capitalidad europea de la cultura en 2008 - para tocar en solitario.
Al poco tiempo apareció en el local con una sonrisa y una guitarra. Vestido de manera muy informal, lejos de los trajes ceremoniosos del cuarteto de Liverpool, Jay Murray es un tipo sencillo que sabe cómo ganarse a un público que, por otra parte, está ya bastante entregado a escuchar viejos temas. Esperando a que el músico se preparara, los demás permanecíamos atentos a un partido de la Premier, que acaba de ganar el Manchester United por tercer año consecutivo.
Y en estas, mientras el Sunderland se jugaba la permanencia ante el Portsmouth, comenzaron a sonar los primeros acordes en la guitarra. Aunque empezó algo frío con algún tema menos conocido de los Beatles, Murray supo ganarse al público con su sentido del humor. No se trataba de un concierto de autor, sino de encandilar a los asistentes con versiones de otros, así que lo mejor que pudo hacer fue volcarse en hacer participar a todos de la música. All my loving, Yesterday, Imagine… y el éxito de la velada estaba asegurado. Son canciones atemporales que llegan a todo el mundo. Wild World de Cat Stevens, Suspicious Minds de Elvis… y el pub entero acompañando al solista con palmas y cánticos aderezados con un brillo en los ojos mezcla entre la emoción de las canciones y el efecto de la tercera cerveza. Fue un recital breve, pero intenso, de un tipo que aprovecha la atmósfera de un local legendario para crear una estupenda fusión entre la música y el público. Los temas escogidos ayudan mucho, por supuesto, pero es que ahí está la gracia de “la caverna”. Recupera para el hoy el ambiente del ayer. Un ratito de nostalgia sana nunca viene mal.
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