miércoles, 22 de abril de 2009

George Sand y Chopin. Amor, enfermedad y viceversa (II)

Decidida a insistir y haciendo gala de su fama de devora-hombres, Aurore Dudevant se adjudicó el rol masculino de galán hasta que sedujo a Chopin, poco convencido hasta el momento de la racionalidad de aquella relación. Finalmente el genio se instalará junto a su amante en París, donde ejercería como pieza de equilibrio para ella en un momento difícil en el que los hijos de la escritora iniciaban el paso a la adolescencia. Comenzaba un amorío tormentoso que les llevaría hasta la isla de Mallorca por recomendación del médico de Chopin. Los suaves inviernos de Baleares ayudarían a contener la tuberculosis. Sin embargo aquel invierno en Mallorca resultaría lluvioso en demasía, empeorando aun más el estado de los pulmones del compositor. Sand, de naturaleza cruel, escribiría: “Chopin es el más inconstante de los hombres. No hay nada permanente en él excepto su tos”. Mientras, el maestro polaco componía sus Preludios en la isla a pesar de la enfermedad y de la falta de piano, que se solucionó tras una auténtica odisea burocrática.
Aquel dúo disgustaba a la conservadora sociedad mallorquina, que no veía con buenos ojos la pareja de hecho que formaban, así como la falta de asistencia religiosa que observaban en George Sand, más preocupada en escribir su Invierno en Mallorca, que relataba sus experiencias en la isla. Finalmente ambos volvieron a Francia y comenzaron a pasar los veranos en la casa de Nohant.
Hacia 1846 la relación comienza a deteriorarse a la misma velocidad a la que aumentan las dolencias de Chopin, que se ve envuelto en una familia en la que los hijos no son suyos y su mujer no está casada con él. Será entonces cuando Aurore culmine un último acto de crueldad, al escribir la novela Lucrezia Floriani.

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